A oscuras…

Tumbada a oscuras, desde su lado de la cama, observaba en silencio su silueta dormida, quieta. Escuchaba el suave respirar y se dejaba envolver por el calor tíbio que desprendía. Le gustaba, disfrutaba recorriendo despacio con la punta de los dedos todo su cuerpo. Perderse entre su pelo, seguir con un solo dedo y bajar por el cuello y recorrer su hombro izquierdo. Dibujar como en un lienzo el perfil de su espalda y su cintura, aguantarse las ganas de apretar en la cadera y deslizar tímidamente la mano entre sus piernas. Abrazarle por la espalda con brazo y pierna y hundir la cara en su nuca. Y respirar, respirar hondo y sentir que el mundo se para. Y tener de golpe la certeza de saber, aunque no lo digas, ni siquiera lo nombres, que podrías seguirle hasta el fin del mundo si así lo deseara. Y dejar que las lágrimas emborronen tu mirada porque no puedes comprender y mucho menos describir, el vacío que te muerde las entrañas al imaginarte lejos de esa silueta dormida y quieta…

Blancura – Serge Marshennikov

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